Uno es lo que mira

Mirar, contemplar, es alimentar el corazón, es darle al alma lo que busca para saciar su sed de amor y de luz. Por eso los sonidos, las imágenes, las impresiones que entran en el corazón pueden saciarlo... o pueden intoxicarlo. Es importante saber (y esto no sólo lo dice la espiritualidad, lo dice la psicología) que las imágenes dejan su impronta en el afecto y la memoria del hombre. 

Por eso la contemplación del icono puede ser un camino para purificar y alimentar el corazón del hombre. Sus imágenes, arquetipo de lo que el hombre puede llegar a ser si se deja transfigurar por la luz, y símbolo de cercanía del misterio de Dios, llegan a lo profundo y desde allí pueden iluminar el alma para llevarla a la sencillez, para liberarla de imágenes de muerte y empezar a disipar las tinieblas interiores. Al ver el icono recordamos lo que estamos llamados a ser, la semejanza escondida de Dios que vive en cada uno de nosotros. 

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